La generosidad, tanto propia como de los demás, solo puede percibirla un corazón abierto. ¿Cuantas veces nos quedamos sin pedir un favor por no molestar, o por no sentirnos en deuda?
Si no quieres molestar, es porque desconfías de la generosidad de las personas. Cierto es que hay personas sórdidas e interesadas, pero son muchas más las generosas, encantadas de hacer algo por ti.
Si no quieres sentirte en deuda, es porque desconfías de tu propia generosidad, o porque te sientes insuficiente para poder entregar. Ni siquiera deberías ofuscarte en devolverle el favor a la misma persona; puede ser a otra distinta que lo pueda necesitar más. Y así la vida hila, entreteje, dando aquí, ofreciendo allá, recibiendo de otro lado; sin forzar, sin intereses.
La verdad, que este tema del dar y recibir tiene muchos entresijos, como cuando se da de forma interesada, o cuando se da para clamar amor y atención. Y esto no es algo que le pase a los demás, nos pasa a nosotros mismos; mirarnos con consciencia y honestidad es lo que va transformando actitudes que nos hacen sufrir.
Tan sólo pretendo que un día más reflexionemos para conocernos un poco más. Y no te olvides de realizar tu agradecimiento.