El dolor y la tristeza existen de siempre, no se puede negar, de hecho, si lo negáramos aumentaríamos nuestro sufrimiento. Abrir nuestros brazos y nuestro corazón, a ese dolor, para tratar de dar consuelo, se llama compasión. Desplegar la compasión es desplegar el amor, la ternura, la sensibilidad, el deseo de que todos estemos bien. Es acoger en el silencio interior lo inevitable, pero diciendo: -Estoy aquí, no estás solo, te acompaño en este difícil momento. ¿Qué puedo hacer para mejorar esta situación?-
La compasión debe empezar por uno mismo, difícilmente se puede entregar amor auténtico si antes no te amas a ti mismo, por eso, muchas prácticas Mindfulness y de Meditación acogen nuestro propio dolor. Así y todo, aunque no tengamos una gran capacidad de compasión, vamos entrenándola con pequeños gestos que disponen nuestro corazón a esa apertura y ese deseo de bienestar para todos. Y además siempre llega algo de luz cuando la enviamos. No lo dudes, alguien en ese mismo instante en el que envías la paz, a través de tu exhalación, esboza una leve sonrisa, o tiene un momento de paz. Hasta quién sabe… si se produce algún milagro… la vida es un Misterio.